Lucha Reina


por Tulio Mora, Caretas

Y cómo pretender la voz más pura/ sin traicionar a mis estrellas/
sucias de moho y esputo./ Y cómo pretender el vals eterno/
sin dejar en las ventanas/ sangre niebla smog/ y no morir.


SU vida fue una telenovela, como deben ser las vidas de quienes están destinados a ser iconos del parnaso popular. El melodrama más triste del mundo que se puede sintetizar en un condicionamiento de ribetes trágicos griegos: "Tuvo cuatro handicaps terribles", afirma Eduardo Adrianzén, guionista de la serie "Regresa", inspirada en la vida de Lucha Reyes: "era mujer, pobre, negra y fea". Pero quizá estos obstáculos con sabor a condena a muerte o a anonimato, en la sociedad peruana, fueron los que contrastaron y resaltaron la única cualidad que se le debe pedir a una cantante: tener voz ("Tu voz/ tu voz/ tu voz/ tu voz existe/ anida en el jardín de lo soñado", cantaba en versos de Juan Gonzalo Rose). Y Lucha Reyes era la mejor.

Una simple biografía dirá que nació en el Rímac, en el barrio de Aromito, que tuvo 15 hermanos, que creció vendiendo loterías y mendigando y que casi muere carbonizada cuando se incendió su casa en los Barracones del Callao. Luego sería recogida por monjas franciscanas en el convento del Buen Retiro. Para el propio Adrianzén, "era la niña más pobre del mundo. Tan es así, que el primer valse que canta es "Abandonada", la historia de niña que mendiga por la ciudad y busca amor ("Vagaba sola por las calles, harapienta/ tenía el rostro demacrado por la crueldad").

Carente de toda técnica vocal, estudio musical o sofisticación artística, la voz de Lucha Reyes, prístina, se abrió paso en un mundo sin ecualizadores, en el que la música peruana se encontraba en apogeo o redescubrimiento gracias al velasquismo. Fue estrella en el circuito jaranero (que empezaba en el Karamanduka, pasaba por El Sentir de los Barrios, y cuyo trampolín era la Peña Ferrando -donde imitaba a Celia Cruz y a Lucha Reyes, una cantante mexicana homónima de comienzos de siglo), y luego alcanzó la fama grabando long plays que animarían hasta hoy los amores más desdichados de los bares de Barrios Altos y Cercado ("Aunque me odies", "Malabrigo", "Una carta al cielo"), y las polladas y anticuchadas de quienes aún se animan a reivindicar la limeñidad, si es que esto existe.

De "La Morena de Oro" no se sabe a ciencia cierta cuántos hijos tuvo ni cuántas parejas sentimentales, ni por qué no hizo nada por detener su muerte. Se sabe, sí, que se entregó a un destino que presentía (antes de fallecer mandó componer "Mi Última Canción" a Pedro Pacheco) dejando como testimonio de lucha su límpida voz de desgarro, que empató perfecto tanto con los criollos cholos-chinos-negros de la Lima proletaria de barriada, como con quienes redimían el valse peruano a través de Chabuca Granda (genio en las antípodas).

Cierto es también que "Regresa" es el non plus ultra de la lamentación nacional, y que figuras como la Reyes no volvieron a aparecer. Ella murió, como todo mito, joven (apenas 37 años), diabética, con una tuberculosis mal curada. Su fama apenas le duró 3 años, pero su leyenda obtuvo proporciones. La Edith Piaff peruana, para Michel Gómez, para otros la Billie Holiday, murió, como punto final de un guión imposible pero perfecto, en la víspera del Día de la Canción Criolla. Casi, como diciendo que nunca más se entendería una cosa sin la otra. (JP)


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