Vivimos en un mundo ambiguo, las palabras no quieren decir nada, las
ideas son cheques sin provisión, los valores carecen de valor, las
personas son impenetrables, los hechos amasijos de contradicciones, la
verdad es una quimera y la realidad un fenómeno tan difuso que es
difícil distinguirla del sueño, la fantasía o la alucinación. La duda,
que es el signo de la inteligencia, es también la tara más ominosa de mi
carácter. Ella me ha hecho ver y no ver, actuar y no actuar, ha
impedido en mí la formación de convicciones duraderas, ha matado hasta
la pasión y me ha dado finalmente del mundo la imagen de un remolino
donde se ahogan los fantasmas de los días, sin dejar otra cosa que
briznas de sucesos locos y gesticulaciones sin causa ni finalidad.
Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas
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