La vida es cómo un juego de consola. En donde tienes que pasar ciertos niveles con una dificultad determinada, para así conquistar la meta deseada, en una época cuando yo era adolescente salio el Súper Nintendo que le dimos duro en la casa de mi abuela todo el verano yo y mi prima, jugábamos Mario. Recuerdo que un día que me dejaron solo en cierto punto el juego, yo (ósea Mario), sobre yoshi, salte, comí una manzana y choque un bloque todo a la misma vez y cual casino, mis vidas se llenaron al 100 (de verdad¡), no me creyeron, Super Mario lo seguimos jugando apasionadamente hasta que lo terminamos, que rico es terminar un juego, nos sabíamos todos los secretos. Luego llegamos a mundo de chocolate, y lo mandamos a la mierda, pero eso es otra historia jajaja.
Algunos niveles son fáciles, otros extremadamente difíciles, pero la mayoría de ellos no tienen mayor complejidad que la que nosotros mismos le ponemos al juego “que si eso está muy alto para saltar”, “que si me voy a caer”, “que esa puerta no abre”, “que si por acá, para evitar esos mostritos que me van a matar” y resulta que nos enfrascamos en ese nivel, buscando salidas que no hay, opciones que no existen y gastando la poca energía que nos queda.
El coraje está en deshacer ese juego, reiniciar y seguir hacia delante, todo de manera muy NATURAL, sin miedo, trepando, saltando y luchando contra los mostritos jajaja al final, luego de haber pasado el nivel! de haber luchado! de haberte arriesgado! capaz te des cuenta que matando al mostro que te quería matar y a quien evitabas, escondía una bella princesita...
... Next Level!
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