Bastián busca su Verdadera Voluntad, pero innumerables obstáculos se interponen en la búsqueda de ésta. Y al hacer lo que no se quiere de verdad, se cae cada vez más profundamente en la perdición. Los deseos torcidos de Bastián hacen que olvide cada vez más su mundo natal, cosa que no le molesta, porque de todos modos no quiere volver allí. Sin embargo, el que nada recuerda nada puede desear. Cuando pierda el último recuerdo de su propio mundo, Bastián ya no podrá desear nada. Asimismo, cuando el autor se pierde en su mundo fantástico, olvidando la “realidad”, ya no puede crear nada. La base para la creación es la propia realidad, no se la puede olvidar.
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